Pasta all’arrabbiata o pasta con salsa de tomate picante es, con diferencia, la receta que más éxito tiene en casa. Se ha convertido en menos de un año en un clásico de mi cocina y que además es la base de otras muchas recetas. No hace falta que os diga que, como la mayoría de mis recetas, es super sencilla de hacer y que cuidando dos cosas: los ingredientes y la forma de cocer la pasta, se convertirá también en vuestro plato estrella, para una cena romántica o un partido en casa con los amigos, va bien con todo. Esta receta tiene dos versiones, una rápida y otra lenta, las dos están buenas pero indudablemente si preparamos la salsa de forma lenta (al chup chup) queda más concentrada y el sabor es mucho más intenso. Otra posibilidad es añadir un poco de pasta de tomate concentrado a la cocción rápida y acelerar el proceso (de todas formas no quedará igual de sabrosa). La salsa arrabbiata es una salsa simple, picante, sabrosa y hasta diría divertida. Conectada con las llamas del infierno ganando su nombre Arrabbiata o “salsa enojada” debido a las guindillas o chiles que lleva en su cocción. A mí me gusta dejar la guindilla en la salsa y encontrarme la sorpresa de vez en cuando pero podéis suavizar la receta sacando las guindillas antes de añadir el tomate o directamente no ponerlas, pero que conste que le quitareis toda la gracia a la receta 🙂 Esta clásica salsa es muy común en Italia en las zonas de Lazio, Abruzzo y Moliese y los platos más famosos con esta salsa son: spaghetti all’arrabbiata, maccheroni all’arrabbiata y penne all’arrabbiata. Yo la he preparado con todas las formas posibles y la mejor opción me parece con radiadori o, como los de la foto, con casarecce. La receta original no suele llevar albahaca aunque una vez que pruebas la receta con ella tienes que incluirla. Os dejo con la receta original con alguna licencia que, a mi entender, mejora la salsa. Ya me contaréis si la preparáis y no hace falta que os diga que sale de rechupete.
Abrimos la lata de tomates enteros pelados y retiramos el exceso de líquido (el agua del tomate) ya que en este caso sólo vamos a utilizar la pulpa. Se puede guardar en un bote para otra futura receta con agua de tomate o bien poned este agua en un cazo y dejad reducir durante 15 minutos y tendréis pasta de tomate concentrada. Introducimos en una cazuela el aceite de oliva virgen extra y mientras se calienta, pelamos los ajos y fileteamos finamente. Añadimos a la cazuela los ajos fileteados y las cayenas o guindillas, doramos los ingredientes y cuando comiencen a tener color introducimos los tomates y los partimos a la mitad con ayuda de una cuchara de madera. Dejamos pochando hasta que reduzcan a menos de la mitad de su tamaño, unos 40 minutos a fuego lento. Si tenéis prisa podéis hacerlo en 15-20 minutos a fuego medio- alto removiendo continuamente para que no se pegue el tomate a la cazuela (pero el sabor no será el mismo). Añadimos una cucharadita de azúcar para reducir acidez, una pizca de sal y pimienta negra recién molida, introducimos la albahaca picada y las especias. Removemos todo bien juntando sabores. Probamos y rectificamos con sal, aunque lo más seguro es que no haga falta. Removemos unos minutos y apartamos del fuego. Reservamos para juntar con la pasta.
Yo os aconsejo que os gastéis un poco más de dinero en la compra de la pasta pues en el éxito de esta receta es determinante la calidad de la pasta y cómo la preparéis. Os recomiendo por experiencia tres marcas: Barilla, la marca blanca del Hipercor y Garofalo. La más barata es la del Hipercor, de hecho, como yo apenas voy, cuando paso por uno suelo cargarme con casi 20 euros en pasta para tener siempre en casa. Este consejo me lo dio mi amiga italiana y desde entonces lo mantengo a rajatabla, pequeños trucos de Anna que se resumen en “sencillo… ma non troppo” (Fácil, pero no del todo). El primer paso es tener la salsa ya preparada antes de que la pasta toque el agua. La salsa siempre debe esperar a la pasta y no al revés. Calentamos en una cazuela un litro de agua por cada 100 g de pasta, la medida recomendada por persona excepto si tenemos apasionados/as por los casarecce en casa. Estas proporciones, que normalmente vienen indicadas en los envases, ayudan a que la pasta no se pegue entre ella. Y siempre intenta utilizar una cazuela grande, la mayor de tu cocina. Si cocinas muchas veces pasta será muy útil comprar una cazuela para esas ocasiones, una buena inversión. Cuando empiece a hervir a borbotones echamos 1 puñado generoso de sal, unas 2 cucharadas rasas por cada 500 gramos de pasta. Seguidamente añadimos la pasta, siempre toda junta. Removemos con una cuchara de madera para que los casarecce no se peguen y queden sueltos. En el reverso del paquete de pasta viene el tiempo de cocción, debemos guiarnos por estas instrucciones porque para cada tipo es distinto, en este caso son 11 minutos. Así conseguiremos lo que se llama pasta “al dente” o en su punto justo, es decir, que no se pase, aunque un gran consejo es probarla casi al final por si acaso en el envase nos engañan :). Una vez transcurrido el tiempo escurrimos la pasta inmediatamente y la juntamos con la salsa arrabbiata.
Añadimos los casarecce recién hechos a la salsa arrabbiata y mezclamos todo con una cuchara para que se junten bien los sabores. Decoramos cada plato con un poco de perejil picado y alguna hoja de albahaca fresca. Rallamos unas escama de queso parmesano o pecorino y espolvoreamos por encima de la pasta. Los servimos calentitos. Desde luego es una receta sencilla y rápida de hacer, realmente rabiosa. No dejéis de probarla y ya me contaréis…
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